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Columnas

21 de octubre de 2020

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"Los animales en nuestro lenguaje"

Por Soledad Robledo
CEDA Chile y Podcast Narices Húmedas

Todos los días usamos expresiones y palabras que expresan nuestras aspiraciones, sentimientos y opiniones. Varias de ellas relacionadas con los animales no humanos. Lo hacemos casi automáticamente, ya que forman parte de nuestra idiosincrasia. Pero me pregunto: ¿el uso de estos seres en nuestra comunicación es siempre inocuo? 

"Es una perra." "Es una yegua." "Loca como una cabra." Estas comparaciones no son nada buenas, ya que señalan una connotación negativa asociada a la vileza y anormalidad. Se degrada al animal que no tiene nada que ver con estas características, y se demuestra cero empatía hacia las animales femeninas. Incluso, son frases misóginas, hacia la mujer aludida, que pretenden denigrar sexualmente. Si alguien es comparado con un animal no masculino, es considerado un insulto.

También, existen proverbios y expresiones idiomáticas donde se recurre a los animales, nada de afortunados nuevamente. Aquí los animales son cosas y como tales, se pueden romper, desechar y manipular. Por ejemplo: voy a matar dos pájaros de un tiro. A caballo regalado no se le miran los dientes. La mona aunque se vista de seda, mona queda. Estos seres son considerados inferiores; así, las personas pueden eliminarlos, deshacerse de ellos, y considerarlos como feos. 

Nuestros compañeros, que viven con nosotrxs, no se escapan, tampoco, a la cosificación. Mascota, dueño y tenencia responsable son palabras y frases que, claramente, reflejan esto. Mascotas significa, en su primera acepción, 'figurita u objeto que se supone trae suerte a quien lo posee.' Dueño o dueña claramente denotan propiedad. Tenencia responsable nos advierte, en nuestras caras, que lo que guardamos y poseemos en casa, debemos saber usar y controlar. ¡Cómo si fueran armas!

Si queremos que el mundo empiece a percibir a los animales como son, seres sintientes con deseos, miedos y necesidades, estas frases deben eliminarse de nuestras bocas. Sé, que a veces no es fácil, porque las usamos sin pensar, prácticamente. Pero he ahí el desafío: el lenguaje que yo uso, debería reflejar el respeto que siento por los animales. Entonces, me iré corrigiendo, le enseñaré a mi hijx o sobrinx, y lo comentaré con amigos.

Así, nuestra comunicación será más justa con los animales. Usaré adjetivos: "no seas porfiado", en vez de "no seas burro". Elegiré adverbios: "comí demasiado", en vez de "comí como chancha." Seré clara: "no cambie lo que ya conversé con ellos", en vez de "no  me desordene el gallinero." Cuando mencione a los perros que viven conmigo, los describiré como "compañeros perros" y yo su "guardiana." O ¿por qué no? Puedo cuestionar lo que digo con humor: "tengo ganas de comer cabritas. ¡No! Quise decir palomitas de maíz... ¡Tampoco! Quise decir pop corn." Reírse de uno mismx es positivo ya que confirma que sólo somos humanos, nos equivocamos o no somos conscientes del poder del lenguaje, ¡pero podemos mejorar!

Finalmente, nosotrxs según como usemos el lenguaje, podremos comunicar que los demás animales no existen para satisfacernos ni ayudarnos, sino para desarrollar sus vidas en paz y libertad. Al hablar o escribir estaremos mostrando que ellxs no son nuestros objetos, no nos deben pleitesía. Los que nos escuchan o leen, algunos, entenderán y también reflexionarán. Lenguaje que no muestra violencia hacia cualquier ser humano o no humano fortalece su realidad, ya que la sociedad así empieza a entender que no deben ser menospreciadxs, sino todo lo contrario, valorados por lo que son.

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