Columnas
17 de agosto de 2020
"¿Por qué soy vegana?"
Por Soledad Robledo
CEDA Chile y Podcast Narices Húmedas
Mis papás nos enseñaron que era importante respetar, especialmente, a los más vulnerables. Los animales fueron quienes admiramos y apreciamos desde muy lejos, por TV, libros y en el zoológico. Cuando niñas nos encantaba Agustín que vivía en el barrio, pero mi mamá nos decía que no tendríamos todavía un perro ya que no quería vernos sufrir si es que le llegaba a pasar algo. Luego, en nuestra adolescencia ella cambió de parecer donde permitió que viviera en nuestro universo el peludo Ruperto. La verdad es que nosotras solo le hacíamos mucho cariño y lo queríamos. Nuevamente, mi madre nos sobre protegía; ella era quien lo alimentaba haciéndole la comida, y atendiendo a sus demás necesidades.
Un día mi hermana, como a los 15 años, abrió el refrigerador y vio lo que estaba en un plato. Cerró la puerta alarmada y comunicó a mis padres que no iba a volver a comer carne ya que era un cadáver. Ese hecho caló hondo en mi. Sin embargo, esto quedó guardado muy adentro de mi cabeza y corazón joven, para revelarse y rebelarse muchos años después en mi vida.
En 2001 tomé la decisión de comerme mi última hamburguesa de carne animal (en realidad, no sabía que existía la carne vegetal). Estaba feliz ya que sentía que ser vegetariana era mi opción correcta. Mirando hacia atrás, creo que viví todo ese tiempo tranquila, con mi decisión, ya que me importaba poco lo que los demás decían. Jamás leí nada al respecto; internet lo estaba recién empezando a usar. Creía que los animales no iban a ser afectados si seguía consumiendo leche y productos con huevo. Lo mismo creía sobre los peces. Seguí con mi vida la cual se centraba, principalmente, en la familia y el trabajo.
Hace tres años me enfrenté a tres hechos que gatillaron en mi un cambio profundo. Primero, me regalaron un libro sobre recetas veganas. Luego, fui a una marcha contra el rodeo, y ahí me invitaron a participar en una actividad por el veganismo, Entonces, quise saber más sobre esta filosofía de vida, por lo que empecé a escuchar un podcast. Se descorrió un velo, como leí en un libro de filosofía sobre el sentido de la vida, y mi mundo se hizo añicos. Empecé a conocer una realidad que no imaginaba y a cuestionar mi vegetarianismo. En ese momento, cuando tenía 48 años, me hice vegana.
Decimos que nos gustan o nos encantan los animales. La verdad es que nos atraen ciertos animales y otros no. Cuando nos sentamos a comer no pensamos, o no queremos pensar, en los animales que están en nuestros platos. Esa salchicha viene de un chancho que viajó en un camión al matadero sin tomar agua ni menos comer, donde vivió temperaturas extremas, y siendo pateado para llegar a su destino final. Ese huevo proviene de una gallina cuyo pico fue amputado sin anestesia y cuyo hermano pollito, por ser macho, fue triturado vivo poco después de nacer. La leche es de una vaca que fue inseminada artificialmente para después ser separada de su hijo recién nacido; cuando su cuerpo ya no soportaba más, se le mató..
Al ser vegana decidí no ser partícipe de esta violencia contra los animales. Tampoco, veo a estos seres como entretención en circos, zoológicos o rodeos. No deseo usar ropa de lana, ni consumir champús que fueron testeados en animales, ni comprar muebles de cuero. No quiero ser la causa del sufrimiento de otros seres. Esto no es un ideal de perfección, es mi intento de vivir según estos principios.
Por otra parte, esta filosofía de vida no significa sacrificios ni carencias. ¡Todo lo contrario! Es una forma de interacción pacífica que ofrece, cada vez más, comida exquisita, libros fascinantes, festivales entretenidos, innovaciones impresionantes y cientos de cosas más.
El veganismo puede ser adoptado por quien quiera abrir su corazón a los animales, en cualquier momento de la vida. Tú tienes la llave.