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  • Foto del escritorDiego Plaza Casanova

¿Llegó el momento de transformar los zoológicos?

Cuando llevamos a un niño a un zoológico, no solo le estamos mostrando animales fuera de sus hábitats viviendo en espacios de confinamiento, sino que también estamos normalizando en él un discurso de discriminación fundado única y exclusivamente en consideraciones de especie. Un discurso que suena mucho menos retrógrado de lo que en realidad es.



Los zoológicos son definidos por la RAE como “recintos con instalaciones adecuadas para conservar, cuidar y criar especies diferentes de animales, especialmente salvajes y exóticos, que pueden ser visitados por el público”. Estos han estado presentes desde largo tiempo en nuestras ciudades y constituyen una “atracción cultural” que pareciera llevar implícita una experiencia educativa para sus visitantes. Son altamente concurridos por grupos familiares con niños pequeños, y en ellos es posible observar una variedad de especies de animales no humanos pertenecientes a distintos ecosistemas y hábitats de alrededor del planeta, en una situación de confinamiento culturalmente normalizado y hasta cierto punto, valorado.


Sin embargo, en el último tiempo diversas voces se han alzado abogando por la supresión o transformación de estos recintos, no solo porque éstos no satisfacen los elementos contenidos en su propia definición (instalaciones adecuadas, debido cuidado de las especies), sino también porque el concepto de zoológico en sí mismo, como institución cultural, pareciera estar desfasado en relación a la evolución valórica que han experimentado sociedades, atendido el interés individual que revisten los individuos exhibidos y el debilitamiento lento pero progresivo de las concepciones especistas y antropocentristas que han tendido a articular los discursos hasta ahora predominantes.


Como sea, los objetos de exhibición de estos establecimientos no siempre han sido animales no humanos: Así, en la antigua Roma ya se exhibían personas humanas traídas de territorios conquistados, las que eran amarradas e incluso enjauladas por los generales victoriosos. Siglos más tarde, el cardenal Hipólito de Médicis (S. XVI) tuvo una "colección" de personas de diferentes etnias: moros, tártaros, indios, turcos y africanos. Con todo, fue en tiempos modernos en los que se desarrollaron las variantes más indignificantes de exhibiciones humanas en occidente, alcanzando quizás su punto más álgido en octubre de 1889, cuando se celebró en París el centenario de la revolución francesa con una Exposición Universal, en el marco de la celebración de la máxima "igualdad, fraternidad y libertad".


En dicha oportunidad, se exhibieron once indígenas selknam que Maurice Maître raptó en la bahía San Felipe (una familia completa), a quienes ató con cadenas y transportó a Francia. De los once, dos murieron en el viaje. Estos fueron presentados como “caníbales”, se les arrojó carne cruda de caballo y se les mantuvo sucios para que tuvieran la apariencia de salvajes y así maximizar beneficios comerciales. Ante las inhumanas condiciones de la exposición la S.A. Missionary Society comenzó a exigir la liberación y el retorno de esta familia a Tierra del Fuego, lo que obligó a Maître a cancelar la gira por Inglaterra, dirigiéndose a Bélgica. Luego de la gira, los selknam fueron regresados a Tierra del Fuego. Solo 6 llegaron con vida.


Antes de la llegada de los selknam, en junio de 1883, dos familias mapuche llegaron a París para ser exhibidas en extenuantes giras que comenzaron en París en el "Jardin d'Acclimatation", para luego seguir por otras ciudades del continente. Uno de los visitantes más asiduos de estas familias fue el príncipe Roland Bonaparte, sobrino nieto de Napoleón, que combinaba su afición por la fotografía con el estudio de las “ciencias naturales”. Después de París, la gira continuó en el zoológico de Berlín, en una feria navideña en Hamburgo y en el palacio de La Moneda, Chile.


Consideraciones basadas en la raza y asentadas en la cosmovisión colonialista permitieron la realización de estas exposiciones que hoy en día podemos considerar como una atrocidad cultural y una vulneración grave de la dignidad humana. Para ese entonces las dudas acerca de la naturaleza de los integrantes estos pueblos precolombinos, y la conceptualización de estos como cosas o como seres similares a los humanos en ciertos aspectos, pero definitivamente no humanos, permitió no solo llevar a cabo actos cuestionables en el proceso de dominio sobre los pueblos “descubiertos”, si no también generar un discurso de supremacía cultural y biológica que permitiría ordenar la sociedad de aquella época de una manera determinada y enaltecer a los pueblos europeos que eran considerados (o se autoconsideraban) como la cúspide de la civilización.


Hoy en día, y luego de siglos de progreso filosófico, ético y dogmático, es difícil hallar elementos absolutos que nos permitan justificar de manera sólida y coherente la manera en que nos relacionamos con los animales no humanos, la manera en que abusamos de ellos y discriminamos. Sabemos que lo único que tenemos en común todos los humanos no es ni la raza, ni el género, ni la religión, ni la racionalidad, ni la capacidad física, sino el hecho de que representamos un interés individual, un "fin en sí mismo", lo cual impide que nos consideremos medios u objetos los unos a los otros. Sin embargo, si proyectamos este razonamiento hacia los animales, encontraremos que lo único que nos distingue de ellos es la especie a la que zoológicamente pertenecemos.


Así, siempre existirán animales que tendrán mejor condición física, visión, olfato, oído e incluso inteligencia que algún humano, dependiendo su edad o estado físico o psíquico, pero también existirán otros cuyas capacidades serán inferiores a las nuestras. Con todo, si nos vemos entre nosotros, también encontraremos humanos con mayores y menores capacidades que las nuestras, lo cual no parece ser un argumento para obviar el interés que representamos, o para suprimir nuestra condición de fin en sí mismo. ¿Acaso la discriminación basada en la especie no es éticamente reprochable? ¿Acaso no es analogable al racismo, sexismo y al heterosexismo?

Esta brecha que impide dar un trato justo y digno a los animales no humanos pareciera estar tornándose borrosa en el plano cultural, en la medida que las personas adquieren conciencia, cambian sus hábitos alimenticios y modifican los discursos que reproducen. Sin embargo, dicho cambio de valoración cultural ha encontrado resistencia en uno de los mecanismos de control discursivos más reaccionarios de nuestras sociedades: las leyes y la judicatura.


En general, en los países en que ha existido litigación estratégica con el objeto del obtener el reconocimiento directo o indirecto de derechos animales, los tribunales han señalado que los animales no son personas y que solo las personas pueden ser titulares de derechos. También existen Cortes que han sostenido que las leyes sustantivas fundantes de las acciones judiciales ejercidas no han sido concebidas para ser invocadas en representación de un animal, evitando pronunciarse si los animales son o no personas. Ello ha generado estupor en ciertos sectores de la población, por cuanto abstracciones jurídicas como una empresa individual de responsabilidad limitada o una sociedad por acciones son “personas” de acuerdo a nuestras leyes, pero un chimpancé, por ejemplo, que comparte el 99% de su genoma con los humanos, que tiene conciencia de sí mismo, utiliza herramientas, vive en sociedad, obedece códigos culturales y es capaz de sufrir física y psicológicamente, no lo es.


Bajo estas concepciones, abogados en Nueva York solicitaron la liberación de “Happy”, un elefante exhibido en el Bronx Zoo que parecía vivir deprimido y evidenciar comportamientos que denotaban indefensión aprendida (learned helpesness). Los abogados postularon que Happy es era una "persona", que tenía derecho a la libertad y que estaba ilegalmente retenido en el zoológico. Sin embargo, algunos días atrás el tribunal resolvió el estar "de acuerdo en que Happy es más que una cosa o una propiedad (...) es un ser inteligente y autónomo que debe ser tratado con respeto y dignidad, y que puede tener derecho a la libertad. Sin embargo, estamos obligados por la jurisprudencia a encontrar que Happy no es una 'persona' y no está siendo encarcelada ilegalmente". Así, han existido una gran cantidad de tribunales que han fallado de manera similar, en diversos sistemas jurídicos alrededor del mundo.


Pese a ello, han existido algunos casos exitosos como el de la chimpancé Cecilia, liberada de un zoológico Mendocino mediante un habeas corpus y trasladada a un santuario en Brasil, o Sandra, la orangutana que mediante un amparo constitucional fue liberada en Argentina y trasladada a un santuario en Florida (U.S.). Con todo, algunos sectores han planteado otra vía diferente para enfrentar el problema del confinamiento animal en esta clase de establecimientos: el acabar con los zoológicos, al menos como los conocemos hasta ahora.


Así, en febrero de este año la directiva del Parque Zoológico Santa Fe de Medellín (Colombia) anunció que el recinto no será más un lugar de encierro para animales, y que comenzará un proceso de transformación del mismo hacia un centro de conservación. Del espacio en transformación, señalaron, la ciudadanía podrá esperar una oferta mucho más diversa, por cuanto el parque contará con un museo interactivo, un centro de investigación y ciencia, auditorios y un espacio dedicado para la educación ambiental.


Sin embargo, ésta no es la única experiencia similar en Sudamérica. El ex Zoológico de Mendoza, tristemente célebre por casos de abusos y negligencias inexcusables -v. gr. oso polar Arturo-, fue cerrado en 2016 con el objetivo de ser transformado en un Ecoparque en donde los animales que allí habitaban ya no serán exhibidos. Se trata de un nuevo concepto en donde el animal no vivirá en función del ser humano, no será parte de un espectáculo, e incluso tendrá la posibilidad de esconderse si no quiere ser visto. A febrero de 2020 ya han sido reubicados más de 800 animales en diversos santuarios de Argentina y Sudamérica.


¿Qué sucede en Chile? Nuestro país no se ha quedado atrás en lo que parece ser el futuro de estos espacios de confinamiento y exhibición. La organización animal Colectivo Alza tu Voz, en una propuesta enmarcada en el proyecto internacional ZOOXXI, se encuentra trabajando en el proyecto de reconversión del Zoológico Metropolitano de Santiago que propone transformarlo en un santuario o centro de rehabilitación enfocado en especies endémicas. El plan contempla el traslado de especies exóticas a santuarios ubicados en el extranjero que sean apropiados a las necesidades de éstas. Además, contempla la generación de un espacio que permita una experiencia virtual con las especies, en sus hábitats.


¿Logrará Chile la transformación de sus zoológicos? Solo el tiempo lo dirá. Sin embargo, todo parece indicar que ello sucederá tarde o temprano por cuanto el único fundamento de su existencia, esto es el discurso especista, constituye uno de los últimos bastiones de discriminación cultural aun en pie. En este sentido, parece lógico que el especismo corra la misma suerte que sus antecesores, hoy reprochados culturalmente y regulados por el ordenamiento jurídico: el nacionalismo, racismo, sexismo y las discriminaciones basadas en la religión, género y la orientación sexual.


 

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